espera de su mar
(2025)
En estas obras siento que me libero. En el proceso se ha apoderado de mí la sencillez del gesto y de la entrega. A menudo, lo más sencillo y cotidiano es lo que guarda una belleza más profunda, porque no se adorna ni se esconde: se muestra tal cual es, sin que yo tenga nada que ver.
Cada capa de agua es como un estrato del tiempo, una huella casi invisible que sostiene lo que vendrá después. No hay control ni intención de perfección: el agua, el aire y la espera hacen su parte, revelando formas que yo sola no podría imaginar. En alguna de ellas se percibe cierta contención del espacio, como un guiño de lo humano con la naturaleza. En cambio, en otras, esa libertad se expande hasta todos los límites.
Dejar que la obra respire, que se equivoque, que encuentre su camino, ha sido y sigue siendo un proceso de humildad y sanación.
Estas piezas nacen de una necesidad de ruptura, de volver a las raíces, al mar. Son un recordatorio de que la mirada de un niño —y de mi niña interior— es lo más sencillo y, a la vez, lo más valioso. Capa a capa, como una entrega humilde que, sin proponérselo, se vuelve belleza.
























